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viernes, septiembre 01, 2006

Fue Caldera, Sr. Blanco

La invasión de cayucos, los muertos que alimentan tiburones, los menores desplazados que huyen de la pobreza, el coladero de la inmigración ilegal en Barajas o en la Junquera, el hacinamiento de extranjeros en los centros de acogida, la suelta de esclavos con un bocadillo y un botellín de agua en las comunidades gobernadas por los populares, especialmente Madrid, Valencia y Murcia, la proliferación de las mafias y la impunidad con la que “trabajan”, las redes organizadas de tratas de blancas, de criminales que asaltan casas propinando palizas a sus moradores, la inseguridad galopante, las advertencias de que la situación es insostenible a juicio de los sindicatos policiales.
Los desplantes de países tercermundistas, como Senegal, que ya no respetan ni a Rubalcaba y se desternillan de la risa con Moratinos cuando les propone la repatriación de sus ciudadanos a cambio de compensaciones económicas y tras coger los dineros, luego, no admiten a sus compatriotas…
… Todo esto y mucho más, es culpa de la política del anterior gobierno. Es culpa del PP. Photobucket - Video and Image Hosting

Así lo dijo el desaparecido veraneante Pepín Blanco, el gallego a quien nadie vio mientras ardía Galicia. Estaba de vacaciones, que es el estado natural de este desgobierno los doce meses del año.
En palabras de este “fenómeno”, los socialistas, en materia de inmigración, están arreglando una situación heredada del anterior gobierno.
Nos llaman tontos y se quedan tan frescos.
¿Heredada de quién, Sr. Blanco? De Caldera y el desgobierno irresponsable de Rodríguez.
¿Quién regularizó a setecientos mil ilegales con la oposición del PP y de toda la comunidad europea? ¿Quién dijo que con aquella regularización íbamos a ser la envidia de todos los países del viejo continente?
Fue Caldera, Sr. Blanco, el mismo que decía que los papeles del archivo de Salamanca no saldrían nunca de allí y si lo hacían sería por encima de su cadáver.
¡¡¡Y ahora piden ayuda!!! Afirman que es un problema de Europa.
No se puede tener un comportamiento más incoherente ni más triste. A la vista está el caso que nos hacen. Prometen una ayuda que se traduce en nada y qué otra cosa pueden hacer desde Europa que darnos largas como al niño malcriado que quiere tarta helada tras el primer plato.
¿Culpable el PP?
Fue Caldera, Sr. Blanco, quien viajó a Marruecos para anunciar a los cuatro vientos ante el dictador alauí que todos los que llegasen a España serían bienvenidos, de lo que se hizo eco la prensa local, provocando el natural efecto llamada entre malhechores y gente humilde, que de todo hay en la viña del Señor.
Sr. Blanco, ¿Hay algún futuro inmigrante que no crea que España es chollo?
¿Quién viajó a Maputo con un séquito y un lujo propio de una reina, que no de una ministra socialista? ¿Qué hizo allí Teresa además de lucir palmito y un vestuario propio de Imelda Marcos, la esposa de aquel dictador filipino, famosa por su fondo de armario y su zapatería infinita?
¿Dónde está el código de buen gobierno que anunció Rodríguez a bombo y platillo en el que la austeridad era el denominador común?
Quizá en sintonía con él incumplido código, Rodríguez ha pasado un mes de vacaciones en un palacio del rey, en Canarias.
Con la facilidad que caracteriza a los voceros del gobierno, como Pepín, nos venderán que el presidente lo ha hecho para tener una información al instante de los movimientos migratorios. ¡Como que los cayucos vía Maputo pasaban ante sus narices! Eso sí, a una prudente distancia para que las niñas y Sonsoles no sufriesen viendo algún cadáver flotando frente a la mansión que como buenos socialistas han disfrutado.
¡Qué desfachatez, Sr. Blanco! Habla de herencias. Cuando la que vamos a heredar de ustedes es una situación que no tiene marcha atrás.
Basta con mirar a nuestros vecinos. Ahí tenemos el caso de Francia que acogieron a la morería y ahora, estos que venían, como en España, para pagarles las pensiones, han generado un odio que se traduce en la quema indiscriminada de coches, o en Inglaterra, donde colocan bombas en los trasportes públicos en nombre de Alá para mayor gloria del impulsor de la Alianza de civilizaciones.