Rasputín
Rasputín se hizo con el control absoluto del gobierno. Su profunda influencia en la corte imperial escandalizaba a la opinión pública; además, su comportamiento le daba mala reputación y sus orgías eran bien conocidas por el pueblo, que lo designaba con el sobrenombre de El Monje Loco.
Los biógrafos no dejan de pintarlo como un verdadero monstruo diabólico, capaz de ejercer una dictadura feroz. Completamente despiadado, todos sus actos eran revestidos de un halo místico que obturaba cualquier oposición.
Si este maquiavélico personaje se hubiera reencarnado, sólo sabe Dios si es así, lo habría hecho en Rubalcaba. Sin duda.
Desde que iniciara su meteórica carrera en el Ministerio de Educación de la mano de José María Maravall y de Javier Solana, Rubalcaba ha sido todo un superviviente en el PSOE.
El químico Rubalcaba fue ministro de educación con el felipismo y madre de alquiler de un aborto de ley que llamaron LOGSE y que ha dado paso a un pastel infumable, la LOE.
Como ministro de Presidencia y portavoz en los últimos tiempos del felipismo, Rubalcaba tuvo que lidiar con escándalos como la trama de los GAL.
Durante aquél periodo trabajó codo con codo con el bi-ministro de Justicia e Interior Juan Alberto Belloch y con la mano derecha (perdón, izquierda) de éste, una tal Maria Teresa que luego saltaría a la fama por el posado para la revista Vogue y los desfiles de modelos con los que todos los días hace la competencia a Naomi Campbell.
El Rasputín socialista ya entonces hizo gala de sus pasiones. Se la juró a Baltasar Garzón tras abandonar a los socialistas, comparándole con un yonqui necesitado de chutarse de prensa y medios de comunicación por sus acusaciones sobre el bloqueo del sumario de los GAL. Intentó disipar las amenazas de "tirar de la manta" del ex director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, tras su "detención" en Laos y aquella pintoresca historia del capitán Khan. Y no dudó en cargar contra cualquier dirigente popular, fiscal o juez que se atreviese a indagar las causas de corrupción socialistas. Tampoco faltó una muestra de "afecto y solidaridad" a Rafael Vera tras su encarcelación en 1995. Socialismo en estado puro.
Fue en aquellos tiempos cuando Rubalcaba, afirman, pudo estrechar lazos con el Grupo Prisa. Una dependencia que, con el tiempo, se revelaría muy rentable.
Tras la victoria del PP en 1996, el proceso de renovación en el PSOE acabó con una dura pugna entre Joaquín Almunia y Josep Borrell.
Apoyó al primero, pero tras su derrota se cambió al bando de Borrell. Tras la dimisión de éste, volvió a apuntarse a la gestión de "Almunia El Breve". En aquella travesía del desierto hasta la elección de José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo, Rubalcaba supo capear el temporal sin tragar demasiada agua. Desde entonces, dedicó gran parte de su tiempo a estrechar lazos con los periodistas afínes como secretario de Relaciones con los Medios, que alternó con su labor de azote del Gobierno de José María Aznar.
Su faceta negociadora se ha curtido en asuntos peliagudos de la vida interna del partido como las tensiones entre "tribus" socialistas de principios de los años 90. Prueba de su eficacia es que fue incluido en la "Santísima Trinidad" de Zapatero de cara a las elecciones de 2004, con Jesús Caldera como coordinador del programa electoral, José Blanco como jefe del comité electoral y el propio Rubalcaba como vicecoordinador. Su aparición ante las cámaras en la jornada de reflexión dice bastante de la importancia en el entorno del entonces candidato del PSOE.
Rasputín fue asesinado por sus valedores, que no aguantaban más. Murió con un tiro en el corazón, pues el veneno que le administraron, aunque podía haber matado a un regimiento, no pudo con él.
La negociación con ETA y el 11 M pueden ser su tumba política.
¡Dios lo quiera!
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